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miércoles, 1 de abril de 2015

PAÍS DE OPORTUNIDADES CON EL GOBIERNO INADECUADO

Impresiones de Angola

Niño en el barrio luandés de Zango. (Foto José Luis Barceló, copyright 2015)
Niño en el barrio luandés de Zango. (Foto José Luis Barceló, copyright 2015)

· Por José Luis Barceló (Enviado especial a Angola)


Mi reciente viaje de quince días por la República de Angola, como enviado especial de El Mundo Financiero, me permite haber adquirido una nueva perspectiva del gran país africano que, contra la información que habitualmente se viene transmitiendo por diversos medios, dista mucho de encontrarse en desarrollo. Más de 2.000 kilómetros hemos recorrido por carreteras intransitables cuya construcción data de tiempos de la colonia portuguesa. Desde Luanda a Huambo, pasando por Malange, Cuango, Cafunfo, Luzamba, Kangandala, Mussende, Karunsinga, San Lucas, Kamunda, Mungo y Bailungo, regiones y áreas deprimidas en las que agua corriente o energía eléctrica, no digamos ya vacunas o higiene, brillan por una ausencia total.
Muchos angoleños ven en UNITA la alternativa al gobierno nepótico de José Eduardo dos Santos. En la imagen Isaías Samakuva, presidente de UNITA. (Foto José Luis Barceló, copyright 2015)
Muchos angoleños ven en UNITA la alternativa al gobierno nepótico de José Eduardo dos Santos. En la imagen Isaías Samakuva, presidente de UNITA. (Foto José Luis Barceló, copyright 2015)

Con ingentes materias primas distribuidas en una extensión que casi triplica a la de España -1,3 millones de km. cuadrados-, y una población de la mitad de los habitantes de nuestro país -24 millones de habitantes-, el pueblo de Angola podría estar viviendo como auténticos suizos o noruegos, aunque, sin embargo, la realidad es muy diferente, siendo los ingresos per cápita se encuentran entre los más bajos del mundo. Riquezas como el petróleo contribuyen abusivamente al PIB en un 45%, sin que otros como los diamantes apenas aparezcan y se escamoteen de las riquezas patrias y del desarrollo de la población hacia paraísos fiscales.

La diversificación económica apenas existe, y buena parte de la agricultura o la pesca contribuyen a la economía patria como simples bienes de subsistencia. Los datos socioeconómicos y de desarrollo son tozudos: por desgracia, Angola es uno de los países del mundo con mayor tasa de mortalidad infantil y cuenta con una de las esperanzas de vida más bajas del mundo. Hay ciudades, como Cuango o Cafunfo, cuna de las minas diamantíferas, donde la esperanza de vida se sitúa en un media entre los 28 y los 34 años. El pueblo chokwe reclama hoy la independencia de esta comarca, argumentando que podrían vivir de las riquezas del subsuelo sin tener que andar mendigando al gobierno. Las empresas que explotan los diamantes cuentan con permisos especiales, y sorprenden las exclusivas de pequeños establecimientos del tipo “compro oro” en la versión “compro diamantes”, que están en manos de libaneses y árabes en un nueva versión de los “diamantes de sangre” que antaño financiaron la guerra civil.

La contribución excesiva del petróleo al PIB repercute negativamente en el desarrollo real del país, y las fluctuaciones que el oro negro ha tenido en los últimos meses no ha venido sino a que se confirmen las sospechas de que la economía angoleña está debilitada por esta fuerte dependencia. Sin embargo, el gobierno angoleño no impulsa planes para el desarrollo de un economía diversificada en sectores.

Llama poderosamente la atención en Angola el hecho de que las inversiones penas existan: no se construyen carreteras, y las que existen datan de tiempos de la colonia portuguesa, construidas hace cuarenta años sin que hayan disfrutado de ningún tipo de mantenimiento. Uno puede realizar un trayecto de 80 kilómetros de un ciudad a otra, y, lo que debería tardarse menos de una hora en realizarse, termina convirtiéndose en un periplo de riesgo máximo que puede demorarse en tres o cuatro horas. Ni siquiera las grandes capitales como Luanda y Huambo –segunda ciudad del país en importancia por su población-, cuentan con buenas carreteras. El trayecto de 600 km. que separa ambas ciudades se termina realizando en 9 o 10 horas de manera inexorable.

Angola debería ser una nación para las oportunidades, y el pueblo angoleño merece también una oportunidad tras casi un cuarto de siglo de guerra civil desde la descolonización de Portugal en 1975, hasta el final de la contienda en 2002. El Movimento Popular de Libertçao de Angola (MPLA), de inspiración marxista, se impuso durante la guerra civil a UNITA (Uniao Nacional para la Independencia Total de Angola), de inspiración patriótica y nacionalista, hoy reconvertido en partido político y único y verdadero brazo de oposición política angoleña con implantación y estructura en todo el territorio. De hecho, muchos angoleños contemplan a UNITA como la única alternativa posible al MPLA en un revivir de la antigua guerra civil pero sin revancha y por unos cauces democráticos a los que el gobierno presidido por José Eduardo dos Santos se resiste a cambiar. De hecho, en Angola la democracia es una farsa en la que ni siquiera se eligen los alcaldes, que son designados por el Gobierno como "administradores", y aproximadamente la mitad de la población apenas puede votar al no facilitarse por el Gobierno las tarjetas de identidad necesarias para el proceso.

Políticamente, Angola se rige por un régimen autárquico y dictatorial que ha sido acusado internacionalmente de constantes allanamientos de los derechos humanos y permanente fraude electoral, mecánica de gobierno que se sustenta sobre la base de un tipo de colonialismo que ha sustituido el imperio metropolitano de Portugal por el colonialismo de las compañías multinacionales y un tipo de capital que no cuenta entre sus indicadores con los del desarrollo poblacional.

De los 24 millones de habitantes unos 7 habitan en la conurbación capitalina de Luanda, lo que supone que el Estado es capaz de controlar un tercio de la población de este ámbito urbano con escaso esfuerzo. El resto de la población parece no interesar al Gobierno. Todos los medios de comunicación están bajo el control del gobierno pilotado por José Eduardo dos Santos, que lleva presidiendo el país desde 1979, es decir, a lo largo de 36 ininterrumpidos años. Dos Santos estudió petroquímica en la Unión Soviética y casó con una azerbaijana con la que tuvo una de sus hijas, Isabel dos Santos, perfil imprescindible hoy para acertar en cualquier negocio importante en Angola. De hecho, la fortuna de la hija de dos Santos es incalculable y forma parte de los consejos de administración de múltiples compañías, la mayor parte de ellas mixtas con capitales extranjeros.

Pero incluso la propia capital Luanda escapa a un análisis serio como capital, pues en Luanda hay muchas “luandas”, que merecerían una gestión de división por distritos. Luanda cuenta incluso con su propi “seseña” en el barrio de Zango, que proyectaba hasta 6 macro urbanizaciones para cuya construcción fueron desalojadas hace diez años miles de personas que viven hoy en chabolas de chapa ondulada esperando que alguna vez se terminen de construir aquellos bloques. La edificación quedó sin finalizar –parece que adjudicada a una oscura compañía china-, y tan solo la primera “Zango I” fue medio terminada, viviendo allí algunas familias.

Mis impresiones tras el viaje por Angola, reúnen serios contrastes: pueblo envidiable por su coraje y hospitalidad, enorme país–el 23º del mundo en extensión-, con enormes riquezas y posibilidades, pero gobernado por un repugnante régimen corrupto y nepótico que extiende sus hilos en contactos internacionales que permiten que se perpetúe hasta la extenuación. Una forma de colonialismo actualizada a los mercados de materias primas y gran capital, en el que José Eduardo dos Santos se mueve ya, no como marxista, sino como camaleónico pez en el agua que gusta de disfrutar de sus bienes y cuentas en el extranjero mientras la población muere de malaria y miseria sin más atención médica que la que proporciona la cooperación cubana o de Corea del Norte.


Buscadores de diamantes en el río Cuango. El gobierno persigue a los furtivos de los diamantes, sobre los que puede recaer incluso la muerte de manos de soldados, policías o incluso guardias de seguridad privada de las compañías establecidas en las zonas diamantíferas.  (Foto José Luis Barceló, copyright 2015)
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Buscadores de diamantes en el río Cuango. El gobierno persigue a los furtivos de los diamantes, sobre los que puede recaer incluso la muerte de manos de soldados, policías o incluso guardias de seguridad privada de las compañías establecidas en las zonas diamantíferas. (Foto José Luis Barceló, copyright 2015)