SEGÚN PUBLICA NEW
YORK TIMES
1 de cada 5 niños angoleños muere antes de llegar a
los cinco años
A los habitantes de las chabolas les prometieron que una parte de la urbanización iba para vivienda protegida, pero llevan diez años viviendo sin agua corriente, sin energía eléctrica o sin saneamientos. Sus necesidades las hacen en lata que arrojan luego a las charcas que se forman en la excavación central de la autopista. O en los montones de basura que jamás se recoge. En la época de lluvias, las enormes zanjas de la autopista que tienen varios metros de profundidad y que costaron una fortuna, se inundan y los chavales las utilizan como improvisadas piscinas donde zambulirse, entre montones de basura –“lixo”, en portugués-, perros hambrientos y mujeres cocinando en plena calle. Una reedición de la vida tradicional pero con todos los inconvenientes del ambiente urbano y ninguna de sus ventajas.
Los accesos a Zango, la parte urbanizada y las chabolas que conviven en frente, están jalonadas de pequeños puestos de venta ambulante, mercados de fruta y comercios de todo tipo, entre los que deambulan las “zungueriras”, mujeres jóvenes que cargan con las mercancías sobre sus cabezas mientras llevan a sus hijos a la espalda. -“Las zungueriras no suelen sobrepasar los 40 años de vida: andan cada día hasta cincuenta kilómetros para llevar a vender sus cosas”-, afirma Isabel.
Mientras, las motocicletas inundan el tránsito rodado, muchas de ellas utilizadas como improvisados taxis en los que la gente se transporta de una a otra parte, en un ir y venir interminable, como queriendo huir hacia ningún lado de una miseria que lo inunda todo. Pese a las fracasadas campañas institucionales, los motociclistas no suelen llevar casco sobre la moto, y los frecuentes accidentes suelen dejar secuelas permanentes y, muchas veces, mortales.
- “Se habían proyectado
varias fases de esta urbanización, hasta un Zango VI, pero
todo ha quedado paralizado”, asegura Luis, quien continúa confirmando la
peor de las sospechas: -“Las chabolas de lata jalonan todos los kilómetros
del proyecto de autopista”-. Viven miles de familias, la mayor parte sin
censar, aunque llama la atención la existencia de una “oficina” del MPLA (Movimento
Popular de Libertaçao de Angola) , el partido del gobierno, ubicada en
medio de una de las zonas marginales. Una bandera enhiesta recuerda sobre
los chabolistas la fuerza del partido que lleva casi cuarenta años en el
poder sin apearse ni un ápice. Ni consentir tampoco que el pueblo se le
parte. La bandera del partido del gobierno, en medio de aquella miseria,
lo recuerda de manera indeleble.
Zango simboliza a la vez el fracaso de las políticas sociales del gobierno angoleño, pero también de un proyecto de desarrollo económico vinculado excesivamente a la explotación del petróleo por compañía extranjeras, a las que se acusa demasiado a menudo de corromper al Gobierno que lidera José Eduardo dos Santos, presidente de la República de Angola desde 1979. Demasiado tiempo para corregir los errores. Demasiado tiempo incluso para reconocerlos.